Por más de 19 años, Claudia Ávila ha estado al frente de una misión que va más allá del ejercicio profesional: acompañar, educar y brindar esperanza a personas que, al recibir un diagnóstico de VIH, sienten que sus vidas han dado un giro irreversible. Enfermera de profesión y líder por vocación, Claudia es actualmente la Coordinadora Regional de AHF Colombia en Bogotá, y desde su rol impulsa, junto a su equipo, una respuesta humana, efectiva y articulada frente al VIH en la capital del país.
Su historia profesional no comienza con planes predeterminados. Fue la casualidad la que la llevó a trabajar con un infectólogo en un programa de atención a personas con VIH, y fue la transformación visible de sus pacientes lo que encendió en ella una pasión que ha perdurado por casi dos décadas. “Ver el cambio radical que tenían los pacientes al iniciar su tratamiento antirretroviral, escuchar que gracias a su adherencia estaban bien… Eso es motivante y satisfactorio para ti como profesional y como persona”, afirma.
Ha trabajado en varios programas de atención en salud, pero fue en AHF Colombia donde encontró una motivación especial: brindar atención integral y sin barreras a personas migrantes, muchas veces excluidas del sistema de salud por su estatus irregular. “AHF Colombia es una bendición para los pacientes diagnosticados y que no están afiliados al sistema. Decirles que van a recibir tratamiento, que tendrán un equipo que los acompaña, es realmente grato”, comenta.
Una mano amiga que articula equipos y esperanzas
Claudia no concibe su liderazgo desde la jerarquía, sino desde el trabajo conjunto. “Antes de ser jefe, me gusta ser líder del equipo. Pienso que para que las cosas funcionen debes tener el respaldo de todos, y yo gracias a ellos lo tengo”, dice con orgullo. Su lema, “todos somos iguales, solo que con diferentes oportunidades”, refleja una filosofía de trabajo incluyente, que busca potenciar las fortalezas individuales para lograr metas colectivas.
Desde la coordinación del área de testing de AHF en Bogotá, su rol implica no solo la planificación y ejecución de estrategias, sino también una constante labor de articulación entre profesionales de salud, promotores comunitarios, instituciones y, sobre todo, los propios pacientes. Su liderazgo ha permitido que el equipo funcione como una red sólida, en la que la empatía y el compromiso son el centro.
La cercanía con los usuarios es, para ella, un elemento esencial en el trabajo diario. A cada persona que llega al programa la trata como trataría a un familiar: con respeto, dedicación y esperanza. Su enfoque parte de la certeza de que el VIH no es el fin del camino. “Siempre les digo que su vida puede continuar igual que antes del diagnóstico, que la patología no es un impedimento para cumplir sus sueños”, relata.
Historias que dejan huella
Claudia no duda al recordar los momentos que han marcado su carrera. Historias que no solo revelan su vocación de servicio, sino también la capacidad transformadora del acompañamiento integral que ofrece AHF. Una de ellas es la de una mujer gestante, habitante de calle y consumidora de sustancias psicoactivas, que llegó con una alta carga viral. “A las 8 semanas ya estaba indetectable. Hoy es una de las usuarias más adherentes y su bebé es saludable. Por su hijo, ella dejó de consumir”, cuenta con emoción.
Otra historia significativa es la de una mujer trans, recicladora, también consumidora y sin un lugar fijo para vivir. A pesar de todas las barreras, se ha convertido en una de las pacientes más comprometidas con su tratamiento. “A veces llega muy temprano para no perder su consulta. Ese tipo de casos te confirman que el acompañamiento con respeto, paciencia y educación hace la diferencia”, asegura Claudia.
Para ella, uno de los pilares de la respuesta al VIH debe ser la lucha contra el estigma y la discriminación. Y esa lucha empieza desde el trato humano y la información clara. “Nadie se infecta porque quiere, sino por falta de prevención. Es importante combatir los mitos, educar al personal de salud y fomentar servicios cálidos y respetuosos”, expresa.
Desafíos y oportunidades en Bogotá
Desde su experiencia en la capital, Claudia identifica múltiples retos, especialmente para los pacientes que acceden a servicios a través del sistema de EPS. La burocracia y los tiempos prolongados para autorizaciones a través de Mipress generan interrupciones en el tratamiento que pueden tener consecuencias graves. “Es muy triste ver cómo las demoras provocan suspensiones de tratamiento, a veces por semanas, lo cual puede generar resistencia a los medicamentos”, señala.
Frente a este panorama, AHF se convierte en una alternativa confiable, donde los pacientes pueden recibir su tratamiento de manera constante, acceder a pruebas gratuitas y contar con un equipo dispuesto a acompañarlos en cada paso. “Si son juiciosos y atienden las recomendaciones, a las 8 semanas ya son indetectables. E indetectable es igual a intransmisible”, enfatiza.
Inspirar, guiar y seguir aprendiendo en la lucha contra el VIH
Como líder, Claudia se plantea metas que van más allá de las cifras. Busca fomentar un entorno donde el equipo de trabajo se sienta motivado, comprometido e inspirado. “Me gusta conocer las fortalezas de cada integrante, trabajar de la mano, y que todos estemos alineados con la misión de AHF. Si eso se logra, el resto fluye”, dice.
Fuera del trabajo, su tiempo lo dedica a su familia y a seguir aprendiendo. “Uno nunca termina de aprender de otros ni de enseñar. Eso también es parte de mi pasión”, confiesa.
A quienes desean contribuir a la respuesta al VIH desde cualquier profesión, Claudia les deja un mensaje contundente: “Refuercen la empatía. Las personas que viven con VIH ya vienen con una carga emocional enorme. Si somos capaces de brindar información clara, apoyo sincero y un entorno seguro, lograremos que las personas se adhieran a su tratamiento y puedan vivir con bienestar”.
Un legado de humanidad
La historia de Claudia Ávila es la de una profesional que ha hecho de su carrera un acto de servicio constante. Su liderazgo en AHF Colombia no solo ha fortalecido el acceso a la salud para cientos de personas vulnerables, sino que ha generado redes de cuidado, respeto y dignidad. En un campo donde aún existen muchas barreras, ella demuestra que el cambio es posible cuando se trabaja con el corazón.
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